viernes, 26 de marzo de 2010

La oposición puede construir un buen gobierno

La oposición puede construir un buen gobierno.

El terremoto desordenó nuestra realidad. Algunos dicen que retrocedimos treinta años, otros, que el sismo mostró todas nuestras debilidades. Pero mientras las replicas comienzan a espaciarse, recién comenzamos a percibir la nueva realidad.

Piñera tiene todas las justificaciones para transformar su programa de gobierno. La reconstrucción de Chile efectivamente requiere de replantear nuestras prioridades públicas. No obstante, en los pocos días de su gobierno percibimos un modelo de gestión improvisado, desprolijo, poco diverso y antojadizo. Hasta hoy, con todas las críticas, podemos decir que la Concertación gobernaba mejor.

Pero cuidado, las críticas son percibidas como ajenas por la mayoría. El incumplimiento de sus promesas de campaña, la designación de gobernadores poco idóneos y de autoridades con innumerables conflictos de intereses es parte de lo que conocemos como “política tradicional”. Esto ya quedó demostrado durante la campaña con el caso del banco de Talca.

No es bien recibido por la ciudadanía criticar a un presidente en ejercicio, menos a uno que parte con el 49% de los votantes en contra. Para que a Chile le vaya bien, necesitamos que el gobierno pueda mejorar la vida de las personas. Por ende, el foco de la oposición debe estar puesto en una política más moderna, abierta, participativa, más ciudadana e incluso populista.

Para la gente es mucho más grave que le suban los precios de la bencina a que se cuestione a un gobernador por su pasado nazi. Creo que muy pocos saben que hace o para que sirve un gobernador. Por ende es una discusión válida pero poco eficiente.

La oposición debe tener una gran característica, la defensa irrestricta de los derechos de las personas, preocuparse por el alza desmedidad del valor de la bencina; además debe estar al lado de los afectados por los derrumbes de sus departamentos, que ven con impotencia como la Ley no los defiende; proteger a los consumidores con propuestas osadas, evitar que el costo de la reconstrucción termine siendo pagado por la mayoría pobre y no por la minoría privilegiada.

Los ciudadanos ya no quieren discursos vacíos, necesitan afecto, compañía, protección, calidez y cercanía. El terremoto a todos nos dejó más sensibles, nos despojó de nuestra percepción de seguridad, dejándonos con un gran vació y en muchos casos con miedo e incertidumbre. Ese espacio debe ser llenado por líderes que estén dispuestos a dejar sus cómodas oficinas para sentarse en comedores roñosos llenos de preocupaciones, quizás si los líderes de la oposición tuvieran la humildad para escuchar y prestar el hombro podríamos de verdad humanizar a nuestros iluminados para colocarlos en el lugar que les corresponde al lado de la gente.

lunes, 15 de marzo de 2010

Cambio de mando, cambio de chaqueta

El “guatón” Romo antes de convertirse en uno de los torturadores y asesinos más despiadados del régimen de Pinochet, era militante de la Unión Socialista Popular, según sus biógrafos, Romo se cambió de bando para vengarse de antiguos compañeros, para salvar su vida y para conseguir un buen “trabajo”, que le diera poder y estatus.

De activista de la izquierda pasó a ser funcionario de la derecha. Su caso es la expresión máxima de la traición. No creo que las personas no puedan cambiar de opinión, pero una cosa es cambiar y la otra es venderse.

Muchos anti piñeristas y pro concertacionistas, disfrazándose de técnicos, se han pasado al bando contrario. Lo que sucedió en el Diario La Nación, es sólo una muestra, un detalle, una anécdota de esto.

Marcelo Castillo, ex director del medio, tenía definido renunciar a su cargo antes del 11 de marzo. En la editorial de La Nación Domingo de la semana del 7 al 13 de marzo planteaba “A partir del próximo domingo, estas líneas representarán la misma visión monocorde y autoritaria del resto de los diarios chilenos. Es la otra destrucción: la de la diversidad y el pluralismo” además sin encubrir su hogar ideológico agregaba “No hemos escondido nuestra vocación política progresista, de centro izquierda sin que ello haya impedido en ningún momento que nuestra cobertura informativa e interpretativa haya sido pluralista”.

Me consta que Castillo era el Director de un medio en donde las decisiones se tomaban colectivamente dentro de un equipo de cercanos, entre los que se encontraban la actual Editora Jefa, Ana Verónica Peña y el Director interino, Álvaro Medina. Entre los tres, junto a otros, tomaban las decisiones más preponderantes del medio.

Comparto con quiénes piensan que La Nación muchas veces se transformó en un pasquín del gobierno, situación que critiqué por escrito al mismo Castillo. No obstante, en esa ocasión y hasta el día en que me censuraron como columnista, nunca sentí que vulneraran mi derecho a discrepar o a escribir sin tapujos, incluso en contra de la Concertación, como está plasmado en mis columnas “Calígula” y “La Verdadera Derrota”.

Por este motivo, el corazón se llena de tristeza al ver la inconsecuencia de la editora Ana Verónica Peña, que se prestó para el juego de la derecha de blanquear sus decisiones. En reunión de pauta, Peña señaló que las nuevas autoridades le habían solicitado sacar mis columnas y las de Antonio Gil, que debido a la denuncia que generé por censura, lo mantuvieron como colaborador, por su parte, Medina fue el encargado de decirle a Castillo que desde la Jefatura de Gabinete de Ena Von Baer lo habían designado como Director Interino.

No cuestiono que los dos colegas necesiten trabajar y pagar cuentas, como cada uno de nosotros, pero lo correcto era permanecer en sus puestos, oponerse a los deseos del conservadurismo, combatir la censura, defender la libertad de expresión, esperar que fueran los vencedores quiénes se encargaran de cortarnos y no ellos salir a “porotear” a los disidentes con el único fin de dar muestras de “blancura”. Por razones humanitarias entiendo al nuevo Director por no haber tenido un comportamiento más digno. La enfermedad y posterior fallecimiento de su esposa, me hacen pensar que se vio envuelto en una situación límite en un estado de profundo dolor personal.

En estos momentos se ve la calidad humana, Marcelo Castillo tomó la decisión correcta, la de dar la cara, asumir sus responsabilidades y salir dignamente. Al igual que José Roa de SERNAC y Danae Mlynarz de la Defensoría Ciudadana, que sin esperar que nadie se los pidiera, renunciaron a sus cargos con dignidad política, por considerar que el nuevo gobierno no representa su visión de mundo.

Lamentablemente no sólo en La Nación han ocurrido estos detestables episodios. Supe de una funcionaria de la Subsecretaría de Transportes, Gloria Hans, que durante el gobierno del Presidente Lagos se desempeñó como jefa del Departamento de Estudios del Ministerio y que posteriormente en la era Bachelet, fue designada como Jefa del Departamento de Estudios de Transantiago, pues bien, ahora es la nueva jefa de gabinete de la Subsecretaria de Transportes del gobierno de los conservadores.

Estos casos no entran en la legitimidad de quiénes sin pedir nada a cambio y anclados sólo en sus convicciones cambian de opinión frente a la vida, creo más bien, que la supervivencia y el egoísmo terminan sacando lo peor de la raza humana, no puede ser que en menos de 24 horas profesionales cambien sus convicciones e ideales por el miedo a perder el trabajo o por satisfacer sus ansias de poder.

Patricio