lunes, 7 de mayo de 2007

CARTA DE OMINAMI A ESCALONA

Estimado Camilo: Pese a que me encuentro en visita oficial a China, invitado por la Asamblea Popular, es mi obligación responder a las duras críticas que me has formulado. En mis años de vida política he aprendido que siempre tenemos mucho que ganar en el debate de ideas y demasiado que perder en la descalificación de las personas. Desgraciadamente, en esta ocasión me veo forzado a una polémica personal que no he buscado. Tus críticas públicas hacia mí, manifestando que pretendo "convertirme en el Altamirano del gobierno de Michelle Bachelet" me obligan a una respuesta personalizada.

Con esta crítica a través de un medio de comunicación, has violentado otra regla a la cual siempre aludes: la necesaria crítica interna, previa a cualquier disputa política. Habría sido bueno que una acusación tan grave me la hubieras hecho cara a cara, en el seno de la bancada de senadores. Pero vamos al fondo del asunto: tu afirmación es injusta y antojadiza. En primer lugar, respecto del propio Carlos Altamirano. El ex senador y ex secretario general del PS, con grandeza, ha aceptado que se le endosen responsabilidades que son compartidas. Su transformación en chivo expiatorio de un proceso complejo es el típico recurso autoritario que sirve para eludir responsabilidades propias. Carlos Altamirano desempeñó un papel notable en el proceso de renovación del socialismo y todos le debemos gran respeto. Es lamentable que hayas terminado sumándote a este coro de críticas a su persona, tan viejo como desacreditado por la propia historia.

La afirmación es también injusta respecto de la transición a la democracia que Chile ha sacado adelante. Tu referencia deja entrever la posibilidad de una desestabilización que está fuera de cualquier escenario. Porque en estos 17 años nuestros proyectos políticos se han renovado, hemos revalorizado la democracia, se han reconstruido las instituciones y se han recompuesto las relaciones cívico-militares, ese peligro está descartado. Este tipo de comentarios resulta, además negativo con la tarea del gobierno. Lo único que hace es envenenar el clima político, poniendo al gobierno de la Presidenta Bachelet en un escenario dramático y desfavorable; con seguridad a la oposición no le debe molestar esta polémica.

En el proceso que culminó en la elección de Michelle Bachelet como Presidenta, te propuse que suscribiéramos un texto en el cual estamparíamos nuestros compromisos de cara al futuro; así nació "La batalla por el futuro" que hicimos pública 15 de noviembre de 2004; allí sosteníamos que: "no habrá ni choques ni confrontaciones entre nosotros. Sobre todo nos interesa que el caudal ciudadano que se agrupa y entusiasma con la persona de Michelle Bachelet, entregue sus potencialidades y se identifique con su liderazgo de modo que su alternativa presidencial adquiera el volumen y la fuerza para dar respuesta al reto de avanzar hacia una nueva etapa de progreso y justicia social. Somos concertacionistas orgullosos. Por lo mismo, sabemos que los millones de personas que nos han apoyado esperan de la Concertación una profunda capacidad de superación, que se proyecte en un impulso desde un nuevo gobierno hacia un Chile más justo, libertario, con más derechos de su gente y sin los temores que el largo período dictatorial dejó vivos. Nos hemos pasado 15 años hablando del Chile que se puede construir. Ahora, a partir de nuestras realizaciones, podemos y debemos convocar al Chile que queremos construir".

Todo esto es contradictorio con la forma en que has conducido al PS durante este período. Cuando se preparaba la última elección del PS, se me propuso que me integrara a la lista que tú encabezabas. No quise hacerlo, porque tenía aprehensiones respecto del tipo de conducción que iba a prevalecer de ser tú el elegido. Desgraciadamente, todas ellas se han visto más que confirmadas. No se puede confundir lealtad con obsecuencia. Este gobierno necesita el apoyo de una fuerza de izquierda que esté a la vanguardia del cumplimiento de los compromisos contraídos con el pueblo. Una fuerza que apoye, pero que contribuya a rectificar en todo aquello que sea necesario.

Los partidos se justifican en la medida en que son capaces de proponer alternativas y de corregir errores; bajo tu conducción el socialismo ha ido perdiendo esas capacidades para transformarse más que en un verdadero partido, vivo, bien inserto en la sociedad, representativo de los sectores sociales mayoritarios, en una máquina burocrática que se interesa más en la administración de las cosas que en el avance de las ideas.

Para que este gobierno tenga éxito, es preciso dinamizar la economía, enfrentar las desigualdades, abrir los espacios de participación, favorecer la transformación cultural. Todo esto supone un gran debate nacional. La conducción socialista aparece hoy día en el extremo opuesto de esta necesidad. Sin capacidad de rectificación, obstaculizando muchas veces el desarrollo del debate. El PS debe ser una fuerza orientada hacia el futuro y no puede continuar prisionera de sus traumas. En estos años nos hemos ganado el derecho a plantear con fuerza nuestros anhelos y aspiraciones.

Mi actitud no tiene nada que ver con la desafección. Voté en contra del proyecto de depreciación acelerada luego de agotar los intentos por explicar en el gobierno, en la Concertación y en la bancada socialista, sus inconvenientes. Estoy convencido de que ese proyecto va en una dirección opuesta del programa de gobierno; de los propios "sueños" de nuestra Presidenta y del proyecto político de nuestra coalición. Tengo un gran y antiguo afecto por nuestra Presidenta y comparto sus aspiraciones. Por eso no cejaré en defender aquellas iniciativas que apunten en esa dirección y buscaré rectificar las que se orienten en sentido contrario.

Lamento el incidente que implicó que el gobierno perdiera una votación en el Senado. Pero la responsabilidad no puede ser endosada a quienes levantamos fundadas críticas a un proyecto tan innecesario como injusto, sino a quienes se empeñaron en aprobarlo con la presión de los grandes empresarios y los votos de la oposición, sin buscar consensos con quienes disentíamos. Hoy día todo el mundo habla de sacar adelante una gran agenda que favorezca el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas. Me pregunto: ¿sería esto así si se hubiese aprobado este proyecto con trámite de discusión inmediata como tú y el ministro de Hacienda proponían? La respuesta es evidente.

A un año de gobierno de la Presidenta Bachelet todos sabemos que vivimos momentos complejos. Soy, junto con muchos otros en la Concertación, de los que piensan que se requiere un fortalecimiento de la conducción política y de una rectificación de la política económica. La agenda de protección social de la Presidenta necesita de una política fiscal que la sustente. El neoliberalismo, que ha penetrado en la Concertación, es nuestra principal amenaza. Para enfrentarla se requiere de fuerza, lucidez y de un amplio debate. Nada podría ser peor para la Concertación y el gobierno que la consolidación de esta convergencia entre neoliberalismo y autoritarismo que hemos visto durante el último tiempo. Finalmente debo decirte que creo en los partidos y la disciplina partidaria. Una disciplina fundada en la democracia y la participación, en donde exista un espacio de deliberación, reflexión y búsqueda de acuerdos, con un método claro y democrático para dirimir las diferencias. Estoy comprometido con el actual gobierno, el programa ofrecido al país, la coalición de centroizquierda y creo en el éxito del gobierno de Michelle Bachelet es una condición necesaria, aunque no suficiente, para pensar en la proyección hacía el futuro de las fuerzas progresistas y democráticas. En este empeño, no tengas dudas, me encontraras siempre.



Fraternalmente, Carlos Ominami P

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